Travel Report » Entradas » CÓMO COMPORTARSE EN EL SAHARA
May 05, 2014 Jesús Alonso ¿A DÓNDE VAS? 0
Aunque el Sahara esté más cerca que Berlín no deja de ser un sitio inhóspito en el que hay que seguir algunos consejos para sobrevivir y no hacer el ridículo.
LA VESTIMENTA
Que a nadie se le ocurra llevar el rollo de contacto con la naturaleza a los extremos más nudistas. Lo suyo es ir bien tapadico porque aquí el sol aprieta más que hacienda y el riesgo de acabar más rojo que un teutón en Matalascañas es altísimo. Para los hombres, lo suyo son unos pantalones al estilo Coronel Tapioca pero con la cremallera echada. Lo justo para cubrir pantorilla sin ir tan apretao como Leiva. Por arriba, lo que pegue, aunque es recomendable ir con camisa por eso de arremangarse o no. Las mujeres lo tienen más fácil: cualquier tela a la que le pegue el adjetivo ‘bombacho’. Por lo demás, nada de tacones (por si a alguien se le ocurría hacer un Sexo en Nueva York o algo así). Y lo más importante, el turbante. ¿Para qué sirve el turbante? Nadie lo sabe, pero queda de lujo en las fotos y le da autenticidad al momento. Es como llevar boina en el pueblo, pero sin parecer un capullo. Ponérselo relativamente sencillo, lo jorobado es ayudar al prójimo. El síndrome de la corbata ataca también en el desierto.
EL DROMEDARIO
Porque sí, hay que ir montado en este ser. Lo primero y más importante es distinguirlo de un camello. El truco es fácil: el dromedario es el que sale en las cajetillas de Camel pero sin piernas de mujer. Lo segundo es entender que es un caballo mal hecho. No es tan bonito, ni dócil, ni simpático, ni relincha de alegría ni se le puede peinar. Pero tiene algo mejor que los equinos: se sube cuando éste está agachado. Ah, y es como los 4×4: nunca vuelca. Además, de un tiempo a esta parte la naturaleza les ha dotado de un asa metálica a la que agarrarse cuando se ponen de pie, ese momento de riesgo. Y luego están los muslos, los tuyos en concreto y las agujetas que su traqueteo generan. Por no hablar de fisting en los casos de mayor dilatación, claro. Conclusión: es un mal menor, pero queda muy bien en las fotos.
Los dromedarios son como caballos mal hechos Corbis
OTROS VEHÍCULOS
Ir en quad o en todoterreno por el desierto es como salir de fiesta en limusina. No seáis horteras, por favor. Y una vez que se deja la envidia a un lado, conducir alguno de estos bicharracos entre las dunas es un subidón recomendable pero sin fliparse ni acelerar en plan el hijo del Fary. Aquí el Carlos Sainz de turno acaba en punto muerto, sin saber cómo salir de la duna y con cara de cordero degollao y humillao.
LAS DUNAS Y EL ATARDECER
El desierto de verdad, el que mola, el de marca y pedigrí es el que tiene dunas. Y puestos a sus pies lo que más apetece es escalarlas. Pero ¡cuidado! Cansan, cansan mucho. Más que bailar un pasodoble o que esperar una cola Ryanair. Será porque el suelo no se está quieto o porque cada paso de 32 centímetros que das implica el corrimiento de 20 centímetros de arena. Hay que tomárselo con calma porque si no los gemelos llorarán como dos recién nacidos. Y ya arriba hay que ver el atardecer con los ojos empapados en sudor y arena hasta en la rabadilla.
Las dunas cansan Corbis
EL DESCENSO
Solo se admite una forma de descender una duna: haciendo la croqueta como un escarabajo pelotero. En tu vida estarás ante una oportunidad mejor de rodar como una pelusa gigante. Las dunas vienen a ser las pistas negras para practicar el slalom croquetil así que… ¡aprovéchalo, joven e intrépido aventurero!
LA ARENA
Lo malo que tiene el desierto es que está hecho de la arena que sobra de las navajas de mar. Y encima no es de la que mola porque no deja que se moldeen castillos con ella. No, aquí se comporta como un ser omnipresente que acaba escondiéndose en cualquier parte de la ropa, los complementos y el cuerpo. Así que lo mejor es asumir que va a aparecer por todos los lados y que, años después, seguirá saliendo de tus zapatos.
ANDAR DESCALZO
Oh, sí, es una tentación golosa hasta que te explican qué son esas bolitas negras que hay en el suelo y te detallan de qué orificio de qué animal salen…
LAS HAIMAS
Y después del dromedario, de hollar una duna y de sacudirse la arena viene la dura recompensa: se duerme en un campamento. Como los de la adolescencia pero sin posibilidad de escaparse. Básicamente es lo contrario a una suite, pero no se está tan mal, sobre todo cuando se decide dormir fuera, al abrigo de unas estrellas más excitadas que nunca. Lo chungo viene con todo el tema del baño. Lo lógico es salir en plan Ace Ventura cuando nadie te ve para improvisar un toilette al abrigo de una duna y lejos de un dromedario chivota.
LOS BEREBERES
A todo esto, la experiencia incluye el apoyo de estos seres habitantes del desierto. Son majos, visten genial para salir en las fotos y son extremadamente políglotas. Pero tienen un pequeño defecto: quieren saber mucho de la cultura occidental lo que lleva a que fusionen indiscriminadamente su filosofía de vida con frases de ‘A tres metros sobre el cielo’ mientras sueñan con un futuro lejos del Sahara. O sea, que no esperes muchas historias sobre La cruz del sur o sobre la vida nómada. Aquí la noticia eres tú.
Bereberes Corbis
LA VELADA
Suele incluir cena y espectáculo. Cualquier duda sobre la comida se disipa al ver los paneles solares. Lo que sí que tiene miga es el momento musical en el que los bereberes se ponen a tocar instrumentos de percusión con los que generan ostinatos rítmicos que no los bailaría ni Farruquito enzarpao. Los acompañan de canciones alegres y de un baile alrededor del fuego que por momentos da mal rollete. Pero en general todo es algarabía. Y no, no se corte si le invitan a bailar o a tocar un yembé. ¡Y sin beber ni una gota de alcohol!
De regreso a la haima, toca reflexionar sobre la vida e intercambiar frases de autoayuda y otras chuminadas heredadas de los pastelosos nicks del Messenger. El cielo estrellado funciona como una bóveda que agiganta el moñerismo y que da rimbombancia a las frases de Coelho y a los versos de Benedetti. Y luego a la cama, a tirarse en colchones colocados en el suelo de las tiendas, a conciliar el sueño con arena hasta en el Abono Transporte y con un bereber roncador de fondo. Y sin embargo, se cierran los ojos.
EL AMANECER
Es de resaca pero sin síndrome de abstinencia. De haber superado una boda gitana, de estar vivo de puro milagro. Las agujetas, el mal dormir y lo pronto que amanece ayudan a ese estado deplorable. Los zombis se atrincheran en lo alto de las dunas para saludar al sol. Maldito astro rey que aparece sin avisar. Porque aquí el amanecer es igual que en Albacete, pero sin guardias civiles que se líen a tiros con el sol.
Vía.traveler
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