Travel Report » Entradas » Edimburgo, más allá de gaitas y ‘kilts’
Oct 03, 2013 Jesús Alonso INTERNACIONAL 0
Hay ciudades a las que les das la mano y te cogen el brazo. O les das la razón y te cogen el corazón. Una de ellas es Edimburgo. Son varias las razones culturales que pueden atraerte a ella: sus raíces celtas, sus figuras literarias (desde las aventuras narradas por Stevenson hasta los decadentes 90’ plasmados por Irvine Welsh), su festival internacional, su castillo, sus leyendas de fantasmas… Nada decepciona. Pero la ciudad tiene un encanto especial que va más allá de todo motivo racional reflejado en una guía turística que hace que a cada paso dado y a cada segundo vivido en sus calles sea más difícil abandonarla. Edimburgo es una ciudad con muchas atracciones turísticas de las de cámara de fotos y posados, pero todas las calles tienen su encanto. El mejor plan es simplemente perderse por ellas, guiándose por el instinto. No obstante, y por si nuestra brújula instintiva se estropea, os damos algunos puntos de referencia para reencontrarse.
Una de las escenas más divertidas de la película The Angels’ Share de Ken Loach transcurre en la visita de sus protagonistas a Edimburgo. Era la primera visita de uno de ellos, Albert, quien ignoraba la existencia del imponente castillo. “¿Por qué lo pusieron ahí arriba?”, pregunta, inocente.
Lo primero que nos recomendará una guía turística al uso es la visita al magnificente Castillo de Edimburgo, que saluda majestuosamente a la ciudad desde una roca volcánica, y es, sin lugar a dudas, la cara bonita que se vende en todos los folletos. La fortaleza ha alojado a varios monarcas escoceses, entre los que destaca la reina Margarita. Hoy día sus dependencias todavía tienen fines militares y se pueden visitar diferentes espacios dedicados a la historia militar escocesa. Cada día se puede asistir al ‘One o’clock Gun’, disparo que se efectúa a dicha hora. Esto procede de la segunda mitad del siglo XIX, como ayuda para que los veleros establecieran la hora de sus relojes, que todavía no eran lo suficientemente fiables y precisos. El precio de la entrada al castillo es de 16 libras, y su entrada es libre un día al año: el 30 de noviembre, día de Saint Andrews, patrón de Escocia.
La calle que baja del castillo no es una cualquiera: se trata de la Royal Mile que, como su propio nombre indica, tiene una longitud de una milla (1.609 metros). Hoy día esta calle empedrada todavía nos remitiría a siglos atrás si no fuera por la gran cantidad de tiendas de souvenirs (por supuesto, no podían faltar las kilts de mejor y peor calidad) y restaurantes para turistas. Que no nos sorprenda si caminando vemos personas escupiendo al suelo: seguramente lo estarán haciendo sobre el Heart of Midlothian, un corazón en mosaico ubicado donde antes había una prisión. Antes se escupía como muestra de desdén hacia los prisioneros que iban a ser ejecutados en público; hoy, el significado se ha tergiversado y lo que podría ser un gesto incívico, se interpreta como una llamada a la buena suerte, o a la fortuna de encontrar el amor.
Esta “milla real” desemboca en uno de los tantos lugares mágicos de la ciudad: Holyrood Park. Aquí nos saluda, en primer lugar, el edificio que aloja la toma de decisiones en la actualidad: el Parlamento Escocés, obra arquitectónica abstracta del arquitecto catalán Enric Miralles, fallecido durante su construcción. Frente al lugar donde actúa la democracia escocesa se encuentra el Palacio de Holyrood, hogar escocés de una institución más estanca, la casa de verano de la Reina Isabel II. Ambas construcciones están a los pies del Arthur Seat.
Por supuesto, es obligatorio pasear por Princes Street, la calle donde empieza la película Trainspotting con Ewan McGregor y Ewen Bremmer huyendo de la ley. Calle llena de comercios, una impactante vista del castillo y de la Old Town. Nuestros pies ya nos llevarán sin darnos cuenta a los Princes Street Gardens.
Si te gustan los parques date una vuelta por The Meadows, en el sur del centro de la ciudad. Cuando el frío afloja y en el constante cielo encapotado aparecen unos tímidos rayos de sol, este parque se abarrota de jóvenes que se reúnen para hacer una barbacoa, tocar la guitarra o jugar con la pelota. O todo al mismo tiempo. No es de extrañar, pues contigua al parque se ubica la Universidad de Edimburgo, una zona por la que vale la pena pasear y donde se puede comer a buen precio.
También cerca del ambiente universitario, en George IV bridge, nos toparemos con una estatua curiosa: un perro de raza Skye Terrier. Se trata de todo un símbolo de la ciudad y de la cultura local, Greyfriars Bobby, un perro que se plantó en el cementerio de la ciudad, en la lápida de su amo, hasta que murió. Pasaron 14 años. Dado que los animales no pueden tener tumba en un cementerio de personas, se erigió dentro una fuente en homenaje a él, donde muchos anónimos todavía dejan objetos en recuerdo de su lealtad, como muñecos y juguetes para perros.
Justo enfrente de la estatua de Bobby tenemos el National Museum of Scotland, gratuito, muy interesante para entender mejor la sociedad e historia escocesas.
vía: http://www.lavanguardia.com
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