Travel Report » Entradas » El Mechudo: clásica leyenda sudcaliforniana
Sep 30, 2014 Jesús Alonso Baja California Sur, MÉXICO 0
A 40 millas del Puerto de la Paz, a 50 millas en frente de la isla de San Francisquito que a su vez se ubica junto a la impactante isla de de San José, hay una montaña que bañan las aguas del también llamado mar bermejo.
Para aquellos que les gustan los datos exactos y siempre cargan con su GPS, les cuento que la misma está situada entre los 24ª 42′ 30” de latitud norte y 110ª 40′ de longitud oeste, para que vean que existe con el nombre de El Mechudo ya desde tiempos muy remotos gracias a una leyenda que ahora les cuento.
En aquellos tiempos en que las costas de Baja California Sur eran famosas por haberse descubierto criaderos de perla, y en ese preciso lugar, los indígenas de la región eran libres de efectuar la pesca de esta.
El buzo de aquella época (1890) se untaba el cuerpo con grasa, se ataba el estómago con un soyate, una especie de soga, y llevaba una estaca de palo en la mano, para defenderse de la ballena, el delfín, cachalote, tiburón y otros temibles animales que abundaban en aquel lugar.
Una vez que los buzos se preparaban de la forma antes mencionada, se arrojaban al fondo del mar, llegando cada buzo a sacar en unas cuantas horas 300 o más conchas, con la costumbre de ofrecer a la Virgen, la última perla que sacasen en su faena o jornada.
Cierto día, uno de estos buzos, sin duda por darse aires de valiente, antes de arrojarse al agua a buscar la perla que le tocaba a la virgen les dijo a sus o colegas que iba por ella pero para regalársela al diablo…fueron sus últimas palabras, pues cuenta la leyenda que aquel desdichado no volvió a salir del fondo del mar y que sus compañeros huyeron despavoridos y comentando el resultado de aquella terrible blasfemia.
Desde entonces, según cuentan los lugareños, en ocasiones, sobre todo antes de salir el sol, muchas de las embarcaciones que por ahí pasan, han visto emerger del agua a un individuo de larguísima melena, pero al pretender acercarse para verlo de cerca, este vuelve a sumergirse.
Todavía hoy en día aquel lugar inspira cierto temor a quienes conocen el cuento, pues la naturaleza ha dotado a aquella costa de desnudas e imponentes rocas, siempre batidas por el chapoteo de las aguas, ruido que aunado a una caprichosa neblina, da lugar a un ambiente siniestro sobre todo por las mañanas justo antes de salir el sol a aquellos que se atreven a navegar por esas aguas.
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