Travel Report » Entradas » El mirador más original de Praga
Sep 10, 2013 Jesús Alonso INTERNACIONAL 0
Ni unas escaleras ni un ascensor conducen al mirador más original de Praga: un globo aerostático de helio, no apto para quien sufra de vértigo, y que permite descubrir desde 60 metros de altura una original y soberbia vista de la capital checa.
El globo cautivo ofrece una experiencia única para dos personas por viaje, que se elevan durante unos 15 minutos sentados en dos sillas que cuelgan de la esfera, de nueve metros de diámetro.
A medida que sube el globo, se va ganando respeto a la altura hasta quedar uno en silencio, producto de un cierto nerviosismo y de la perplejidad ante el desacostumbrado paisaje que salta a los ojos.
Impresiona observar de hito en hito la mole del Castillo, con todos sus palacios señoriales de elegantes esgrafiados, y la Catedral de San Vito, cuando lo habitual es ver el conjunto desde los pies de la colina.
Y ahí arriba, a vista de pájaro, comienzan a divisarse también detalles de la isla de Kampa que habitualmente pasan desapercibidos, como es el trazado barroco de sus calles y sus zonas verdes.
Llama además la atención el intrincado tráfico de barcos, que en ocasiones parece que van a chocar, o las abigarradas multitudes que recorren como hormigas el Puente de Carlos y los aledaños más turísticos de la ciudad.
Los asientos están habilitados para que puedan usarlos incluso niños o personas con discapacidad, así que subir en esta atracción implica pocas condiciones. “No se debe estar borracho y si alguien tiene vértigo, no es para él. Pero no hace falta ninguna condición física especial; e incluso, cuando hay buen tiempo, dejamos subir a niños desde los tres años“, explica a Efe el encargado del globo, Rene Kolacek.
“Tuve el año pasado a dos personas que llegaron en silla de ruedas y les subimos”, añade el checo.
A pesar de que el globo permite cargar hasta 300 kilos, si alguien es pesado, de unos 150 kilos, “les dejamos subir de uno en uno, porque si hubiera dos personas, el asiento se desequilibraría”, aclara Kolacek.
La única condición es que el viento no sople más de cinco metros por segundo, si bien Kolacek reconoce que ya a velocidades de entre tres y cinco metros, un ascenso a 60 metros es una “experiencia que desata la adrenalina“.
Kolacek recuerda que el anterior operador del globo arriesgó algo con el viento, superando el límite permitido, lo que causó que se estrellara contra el pararrayos de un edificio cercano, mientras que en otra ocasión se pinchó en unos árboles, aunque ningún pasajero resultó herido.
En el caso de que haya algún problema, existe un radio transmisor en el asiento que permite a los pasajeros pedir auxilio, aunque, hasta ahora, “nunca nadie ha gritado pidiendo socorro”, tranquiliza el encargado.
El globo está anclado al suelo por una maroma de acero que aguanta 20 toneladas, pero incluso si el cable se rompiera, “el globo sólo subiría a mil metros del suelo y luego dos válvulas de seguridad expulsarían el aire, por lo que aterrizaría lentamente”.
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