Travel Report » Entradas » El parque abandonado de Berlín
Jul 21, 2014 Jesús Alonso ¿A DÓNDE VAS? 0
Con la caída del muro de Berlín y la llegada del capitalismo a Berlín Oriental, Norbert Witte, un empresario del espectáculo alemán soñaba con convertir el Plänterwald en el mayor parque de atracciones en la Alemania reunificada. El “Rey de los carruseles”, como le llamaban sus amigos, decidió invertir en el parque, al que llamó “Spreepark” y que, curiosamente, puso a nombre de su esposa.
Al principio todo va bien. Spreepark recibe en su punto más álgido casi un millón y medio de visitantes al año. Pero, poco a poco, entre impuestos y mantenimiento del parque, la familia Witte se arruina, hasta que en 2002 el parque cierra sus puertas con sólo cuatrocientos mil visitantes y unas deudas que superan los once millones de euros. Sin embargo, ese mismo año, Witte decide trasladar seis de las atracciones en veinte contenedores de barco a Perú y miente al ayuntamiento de Berlín diciendo que lleva allí las atracciones para repararlas. La realidad es que Witte lleva las atracciones a Perú para abrir “Lunapark”, su nuevo y flamante proyecto en la capital andina.
Al principio, en Perú, las cosas para la familia Witte mejoran. Aunque su mujer es estafada hasta seis veces intentando encontrar una casa para toda la familia, los Witte se acomodan en una de las zonas más ricas de Lima y los trámites para abrir el parque parecen funcionar. No obstante, poco a poco van cayendo en la pobreza y Pia Witte se empieza a ver en problemas para alimentar a sus cinco hijos. Por otro lado la burocracia necesaria para poder abrir el parque comienza a ralentizarse y al final se paralizan los permisos. Las autoridades sólo dan su aprobación para sacar parte de las atracciones y así es imposible ensamblar el nuevo parque. Pia, harta, vuelve con cuatro de sus hijos a Berlín mientras Norbert y su hijo mayor, Marcel, se quedan para intentar arreglar la situación.
El cinco de Noviembre de 2003 cae el telón. Al ver que no podía cumplir sus expectativas de abrir “Lunapark”, Norbert vuelve a repatriar las atracciones a Berlín pero con premio gordo. Fue arrestado en la capital germana por intentar introducir ciento setenta kilos de cocaína en los mástiles de “la alfombra voladora” y condenado a siete años de cárcel, de los que cumplió cuatro en una prisión de mínima seguridad. Su hijo corrió peor suerte porque fue detenido en Perú. Marcel sigue encerrado en una de las peores cárceles de Latinoamérica con veinte años de internamiento a sus espaldas en un sitio diseñado para albergar a quinientos presos, pero donde conviven más de tres mil. Cada mes, Pia Witte (divorciada) tiene que atender a un pago de mil doscientos dólares para cubrir el alquiler de la celda de su hijo y su protección. Todo, debido al parque abandonado en Berlín.
“Me involucré con bandidos, arruinado la vida de Marcel y destruyendo a nuestra familia”, dijo en una ocasión Norbert Witte al diario “Spiegel Online”. Se avergüenza de lo que hizo, pero es optimista y está haciendo todo lo posible para traer de vuelta su primogénito a Alemania. A diferencia de la madre de Marcel, parece que Norbert no tiene problemas para dormir, disfrutar de la vida o salir. “La vida debe continuar”, dice. “Para soportar el dolor, hay que tratar de no pensar en ello”, dice, fumando un cigarrillo tras otro a pesar de sus seis ataques al corazón. Witte debe ser bastante bueno en no pensar en las cosas porque tiene a sus espaldas también el haber causado el peor accidente de la historia de Alemania en un parque de atracciones. En 1981 siete personas morían y quince resultaban heridas en un accidente en una feria de la que él era responsable en Hamburgo.
El parque de atracciones se encuentra encerrado entre los límites de Treptower park, en el este de Berlín. Algunas atracciones permanecen allí mientras que las que se llevara Norbert Witte nunca fueron repuestas. Para entrar hay que colarse saltando la valla y evitar encontrarse con los escasos guardias de seguridad puesto que es (era) propiedad privada. Como no hay cerca del parque ningún tipo de carretera ni avenida, el silencio que envuelve la zona se rompe sólo por el murmullo de los árboles, el canto de algún pájaro y los chirridos quejumbrosos de la noria, abandonada a su suerte y al viento. Un manto verde envuelve las atracciones, recordando que hubo mejores tiempos en los que los habitantes de Berlín oriental disfrutaban del mayor parque de atracciones, ahora el parque abandonado de Alemania.
Vía: misviajesporahi
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