¿Estamos preparados para salvaguardar nuestro patrimonio cultural?
Queridos amigos, hoy deseo platicar con ustedes con motivo del reciente descubrimiento de 25 sitios arqueológicos, correspondientes al periodo posclásico, ubicados en los estados de San Luis Potosí, Hidalgo y Querétaro, y que tuvo lugar debido a las excavaciones correspondientes a la construcción del gasoducto Tamazunchale-El Sauz.
Acontecimiento de extrema importancia debido a la trascendencia cultural que reviste para la reconstrucción histórica de nuestro pasado prehispánico así como para la promoción turística futura de estos sitios hasta ahora conocidos.
Sin embargo, yo quisiera al respecto destacar un elemento que tal vez sea de los más relevantes a considerar en torno a este suceso: México, la República Mexicana entera, es prácticamente un monumento arqueológico por sí misma. No sólo la propia ciudad capital en su Centro Histórico y cabeceras delegaciones circundantes están asentadas sobre antiguos centros ceremoniales prehispánicos. Basta que tomemos cualquier carretera y observemos con detenimiento el paisaje que nos rodea.
Gran parte de lo que vemos no son pequeñas elevaciones orográficas naturales: en realidad son basamentos prehispánicos cubiertos por la vegetación, lo cual en zonas principalmente del Centro, Sur y Sureste del país, constituye un fenómeno por demás evidente. Lo saben perfectamente los estudiosos de la arqueología mexicana, tanto que muchas veces, por falta de presupuesto y en espera de que haya mejores técnicas de exploración y salvamento arqueológicos, optan por dejar ocultos los vestigios culturales, pero ¿acaso la sociedad tiene conciencia de ello y, sobre todo, nuestras autoridades en la materia?
Cada afloramiento cultural debe ser motivo de regocijo, sí, pero también de enorme preocupación, porque en la medida que no se instrumenten las medidas correctas para la salvaguarda y perpetuación de los hallazgos arqueológicos, corremos el riesgo de perder esos finos hilos que nos podrían permitir reconstruir el tejido de nuestro pasado histórico.
El tráfico ilegal de nuestro patrimonio cultural, la exposición indiscriminada de los bienes culturales a los procesos erosivos naturales y, sobre todo, la falta de conciencia y de respeto hacia él, son algunos de los principales enemigos a vencer.
¿Estaremos preparados para recibir noticias de la magnitud de la que acaba de comunicarnos el propio Instituto Nacional de Antropología e Historia y hacer honor al legado cultural de nuestro pasado que se nos está develando? Hasta aquí mi reflexión, queridos amigos.
