Leyenda: La dama de los ojos sin brillo
Hoy en historias y leyendas de México y el mundo nos vamos hasta el pueblo de Santo Domingo en España, el siguiente relato de la época virreinal esta lleno de terror y angustia, pues una bella dama de ojos sin brillo es la que nos dará un buen sustito.
Hace muchos años en el pueblo de Santo Domingo el Real en Toledo, España se realizó un fastuoso baile al que asistió Don Sancho de Córdoba, representante de su Majestad quien acababa de llegar a Santo Domingo para fungir como auditor general de la región. A la media noche, mientras resonaban las campanadas del monasterio del lugar, Don Sancho, quien meditaba en la terraza, advirtió la presencia de una hermosa y joven dama que caminaba sigilosamente en los jardines del castillo.
Don Sancho, atraído por su belleza, descendió las escalinatas y se aproximó a ella para preguntarle si sería tan gentil de bailar con él. La joven quien se presentó como la condesa de Orsino, aceptó con gusto y le extendió su delicada mano pidiéndole que bailaran ahí mismo, en la soledad de aquéllos jardines, don Sancho accedió a tal petición, a pesar del inusual frío que embargaba el ambiente, la compañía de tan bella dama lo tenía embelesado. Unos segundos después y bajo un rayo de luna que repentinamente escurrió del cielo, don Sancho pudo notar la extrema palidez de aquella dama, sin embargo lo que realmente impacto a don Sancho fueron esos dulces ojos negros carentes del mas mínimo brillo que semejaba la noche más profunda.
A pesar de que esta situación le despertaba una gran inquietud, don Sancho no podía parar de bailar abstraído por el encanto de su pareja y así lo hicieron hasta que las campanas del monasterio marcaron las tres de la mañana, la hora como es bien sabido en que las ánimas se recogen.
En ese preciso instante, la condesa se despidió del buen caballero agradeciéndole su compañía, don Sancho se ofreció a acompañarla, ya que el camino era largo y había que cruzar el oscuro cementerio antes de llegar a la residencia de la Condesa. Ella aceptó. El fuerte frío de la noche y el aullido del viento, envolvían a la pareja, así que Don Sancho le ofreció a la joven condesa su capa roja, que coloco delicadamente sobre sus hombros, la joven agradeció con una tímida sonrisa. De repente, al llegar al cementerio, la misteriosa dama le pidió al noble caballero que no diera un paso más junto a ella y prometió hacerle llegar su capa al día siguiente.
Don Sancho aceptó a regañadientes la petición de la dama, ella se despidió y antes de desaparecer entre las penumbras, volteó para mirar por última vez a don Sancho quien se quedo estupefacto al contemplar un brillo segador que emanaba de los ojos antes sin vida de la joven condesa.
Al otro día con la esperanza de volver a ver a la bella Condesa de Orsino, don Sancho acudió personalmente a su residencia para pedirle que le permitiera cortejarla, fue recibido por una noble y compungida señora enlutada, el caballero refirió el encuentro acontecido la noche pasada y preguntó por la condesa de Orsino.
La anciana desconcertada, le respondió entre sollozos que aquello era imposible, puesto que la dama a la que él hacía referencia era su finada hija que había muerto dos meses atrás mientras se preparaba, llena de ilusión, para asistir a su primer baile.
Don Sancho, confundido sintió que su sangre se helaba cuando al levantar los ojos, vio un cuadro colgado en la pared que retrataba a una dama exactamente igual a la de la noche anterior: el mismo rostro, el mismo vestido, la misma belleza, como hechizado don Sancho salió de esa casa y regresó a su morada, a la mañana siguiente llego al hogar de don Sancho un hombre que portaba en mano la capa ofrecida a la condesa la noche anterior, dijo que había reconocido a su dueño por las armas del broche que portaba. Enseguida don Sancho preguntó al hombre dónde la había hallado y para su sorpresa, éste respondió que había sido en el panteón junto a la tumba de la Condesita de Orsino.
No se pierdan la siguiente leyenda, donde les cuento las diferentes historias y relatos de cada rincón del mundo, porque leer también es viajar.
