Travel Report » Entradas » Pakal: el príncipe maya que sigue asombrándonos
Jul 24, 2015 Jesús Alonso BETTY ZANOLLI, OPINIÓN 0
En el magnificente Templo de las Inscripciones de la zona arqueológica de Palenque, notable centro ceremonial del periodo clásico prehispánico, enclavado en el corazón selvático de nuestro Estado hermano de Chiapas, yace desde más de 1,500 años, el emblemático gobernante maya Kinich Janaab Pakal, símbolo señero de nuestra identidad mesoamericana que recientemente sigue siendo noticia, como desde 1952 cuando el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier descubrió para el mundo su tumba, y con ello la cámara funeraria más importante de la América Precolombina.
La noticia se ha dado en el mundo de la arqueología, particularmente en el ámbito de la epigrafía maya, al haber sido descifrado un nuevo glifo milenario, un glifo con forma de diente de jaguar que aparece ampliamente difundido en el área maya, el T514 o yej, que significa “filo”. El glifo que precisamente da nombre a la tumba de Pakal, ubicado en la parte superior del Templo de las Inscripciones. A decir de los estudiosos del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, éste era el glifo que faltaba para armar el rompecabezas para poder completar el nombre de la tumba de Pakal, como La Casa de las Nueve Lanzas Afiladas (Bolon yej tenah).
Pakal pues continúa vivo. Y vive gracias a los estudiosos de nuestro pasado prehispánico, al turismo, pero también gracias a la notable obra filantrópica que realiza el poeta, escritor, periodista, sociológico y abogado chiapaneco, ejemplar universitario originario de Tapachula, Hernán Becerra Pino, a través de la Fundación que lleva su nombre y con la que en su honor reconoce año con año, desplegando un notable esfuerzo, a personajes ilustres de la educación, periodismo, medicina, televisión, humanidades y artes y a quien queridos amigos, me permito reconocer, porque un premio como el Pakal de Oro, no sólo es un reconocimiento, es también un llamado de la sociedad civil comprometida, altruista, por ello, me permito evocar el final del primer libro maya del Popol Vuh, que refiere:
— … Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo. Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba cerca, sólo esto era claro para ellos. Así fue destruida su sabiduría y todos los conocimientos de los cuatro hombres, origen y principio (de la raza quiche). Así fueron creados y formados nuestros abuelos, nuestros padres, por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra.
Sí, la vida es destrucción y creación en una alternancia sin fin. Pakal murió para renacer y estar vivo entre nosotros, recordándonos, como guerrero que fue, que la lucha sigue, que debemos reinventarnos a nosotros mismos, como él, Pakal, lo hizo y lo sigue haciendo pues México nos necesita, necesita de todos nosotros, sobre todo en momentos como los aciagos por los que atravesamos, hoy más que nunca. Hasta aquí mi reflexión, queridos amigos.
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