Travel Report » Entradas » Rapa Nui, una de las islas habitadas más remotas del planeta
Mar 31, 2014 Jesús Alonso ¿A DÓNDE VAS?, INTERNACIONAL 0
7° 09′ latitud sur, 109° 26′ longitud oeste. En ese punto se ubica uno de los lugares habitados más aislados del planeta, Rapa Nui o isla de Pascua, donde es posible perderse si no quieres ser encontrado, rodeado de mar, volcanes extintos y una cultura milenaria, que tiene su mayor icono en los moai de piedra.
Aunque chilena, la isla se ubica a más de 3 mil 500 kilómetros de Santiago de Chile, lo que se traduce en un vuelo en avión de unas cuatro horas, que valen la pena.
La descubrió un grupo de europeos al mando del almirante holandés Jacob Roggeveen, en un domingo de Resurrección de 1722. Por ello la nombraron Isla de Pascua.
Pero mucho antes ya era Te Pito o Te Henua, denominación de los ancestros de la actual población que significa “del ombligo del mundo”, del mudo polinésico.
Hoy Rapa Nui, el nombre indígena de Isla de Pascua, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Asentada aquí, hacia el 300 d.C., una sociedad de origen polinesio creó grandiosas formas esculturales dotadas de gran fuerza, imaginación y originalidad. Desde el siglo X al XVI, construyó santuarios y esculpió numerosos moai, gigantescos personajes de piedra que forman un paisaje que fascina al mundo.
Misteriosos
Si hay una imagen que define a esta isla que surgió de la conjunción de tres volcanes, es la de los moai, de forma humana, cuya contemplación de cerca ya justifica, a parte de otros atractivos, el viaje a Rapa Nui y que sorprendieron a Roggenberg, quien desde su nave, antes de atracar, los confundió con personas, por lo que creyó que se trataba de una tierra de gigantes.
Estatuas con sus enormes narices y alargadas orejas, muchas de rostro adusto; otras contemplan el mundo con una expresión como de mudo asombro. Se encuentran repartidas por toda la isla, sobre sus ahu (plataformas ceremoniales), caídos a tierra o a medio terminar en la cantera de Rano Raraku, donde se esculpían con la toba de este volcán.
Hay más 600 moais y aunque su significado es incierto, se cree que son representaciones de antepasados difuntos, esculpidos para gratificar el espíritu de los fundadores y demostrar su poder sobrenatural sobre el lugar.
La mayoría son figuras masculinas, todas diferentes entre sí, talladas hasta la cintura, con los brazos que caen a los lados del cuerpo, con protuberantes abdómenes y dedos largos y muy delgados, y una imponente altura de entre cinco y siete metros, aunque en Rano Raraku se puede contemplar el mayor, de casi 21 metros aún tumbado sobre la tierra.
Foto: Archivo EL UNIVERSAL
Y es que estos gigantes se labraban en posición horizontal sobre la misma piedra, según un estricto ritual sagrado, hasta despegarla de ella para ser transportados y colocados en los ahu, donde se les ponían los ojos de coral y obsidiana, que constituían su fuente de poder. Algunas estatuas están coronadas con una especie de moños de color rojizo realizados con escoria volcánica que se llama pukao y que reflejaría una moda de peinado masculina.
Otro misterio es cómo se transportaron esas esculturas de hasta 10 toneladas durante kilómetros hasta su ubicación definitiva, cerca del mar, mirando hacia tierra. Los del Ahu Akvi son los únicos siete en el interior y que orientan su mirada al mar. Durante los dos equinoccios miran al sol de poniente.
La tradición dice que fueron llevados por el Mana, una especie de poder mágico que permitía a los moai desplazarse andando lentamente hasta su ubicación definitiva. Los estudiosos apuntan a que podían ser deslizados tumbados sobre una especie de trineos o haciéndolos rodar sobre troncos.
Sin embargo, el arqueólogo pascuense Sergio Rapu, el investigador Terry Hunt, de la Universidad de Hawai, y Carl Lipo, antropólogo de la Universidad Estatal de Long Beach, han apuntado que las estatuas se movían verticalmente tirados por cuerdas en un movimiento de vaivén, lo que daría una explicación a la creencia de que los moai se iban caminando hasta su punto final.
Foto: Archivo EL UNIVERSAL
Más que gigantes
Sus habitantes también dejaron petroglifos, de los que una buena muestra está en la antigua aldea ceremonial de Orongo, junto al volcán Rano Kau. Su cráter es ahora un lago y ofrece unas preciosas vistas del océano. En la aldea pueden verse estas piedras grabadas con la imagen de pájaros antropomorfos que sostienen en el pico un huevo.
Orongo fue el centro del culto al dios Makemake, uno de cuyos momentos centrales era la competencia entre un representante de cada clan para lograr el primer huevo de un ave migratoria llamada manutara, con el fin de nombrar cada año al jefe militar de la isla.
Para los amantes de la naturaleza el submarinismo y el buceo los fondos de la Rapa Nui ofrecen, gracias a la escasa contaminación, una visibilidad envidiable y su lecho submarino conforma paisajes de gran belleza, como la Cathédrale -un tubo de lava submarina quebrado por fallas o Motu Kao Kao, donde existe un moai sumergido, a 24 metros de profundidad, hecho en cemento y de tres metros de altura, creado por el artesano local Beto “Tonfa” Riroco, en honor del buzo Paea.
En una isla de origen volcánico tampoco pueden faltar las cuevas, horadadas por el fluir de la lava hacia el mar y que fueron usadas por sus habitantes como viviendas, refugio o para celebrar rituales.
Entre ellas está la de Ana Kai Tangata, en una de cuyas paredes se pueden restos ver pinturas rupestres, especialmente de manutarasa, o la de Ana o Keke, la cueva de las vírgenes, tallada en el acantilado y donde, según la leyenda, eran recluidas las jóvenes vírgenes durante un tiempo para acentuar la blancura de su piel.
Tapati, compiten por una reina
Durante 15 días de febrero, se celebra Tapati, el festival más importante de Rapa Nui, en el que los habitantes comparten su milenaria cultura con personas llegadas de todo el mundo y cuyo propósito es, a través de una serie de pruebas que enfrentan a varios equipos, para coronar a una reina.
La competencia incluye la construcción de embarcaciones tradicionales (Vaka Tuai), pintura corporal (Takona), cantos rituales (Riu), nado sobre un flotador de totora (Pora), una suerte de triatlón en el lago de Rano Raraku, o la más conocida y espectacular la Haka pei, en la que los jóvenes locales, con el cuerpo cubierto de pinturas tradicionales se deslizan sobre troncos de árbol de plátano por la ladera del cerro Pu’i. Un arriesgado ejercicio en el que se pueden alcanzar los 70 kilómetros por hora.
vía: http://www.eluniversal.com.mx/destinos-viajes/2014/tierra-de-gigantes-rapa-nui-destinos-85756.html
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