Travel Report » Entradas » REUNIONES: ¿TURISMO O INDUSTRIA?
Dic 01, 2014 Jesús Alonso OPINIÓN 0
En el argot turistero, industria de reuniones y turismo de reuniones son dos términos que se usan casi indiscriminadamente. Un vicio lingüístico que se presta para muchas confusiones. ¿Existe alguna diferencia entre ambos? Pongamos el debate sobre la mesa.
Si por turismo entendemos, como asegura la Organización Mundial del Turismo, los viajes y estancias que realizan personas en lugares distintos a su entorno habitual, por un período mínimo de un pernocte y como máximo 365 días, por ocio, negocios u otros motivos, por supuesto que las reuniones de negocios entran dentro del ramo.
Pero el asunto no es tan sencillo, ya que entre ocio y negocio existe un abismo de diferencia: atienden a targets sumamente diferentes. Mientras que los viajes de ocio están diseñados y dirigidos a aquellas personas en busca de experiencias únicas, regocijo familiar o vivencias distintas a las de su cotidianidad, los viajes de negocios se entienden como aquellas reuniones donde representantes tanto del sector público como el privado se reúnen para entablar negociaciones comerciales de la más diversa índole.
Esta diferencia puede ser fundamental para el éxito de un destino, pues la infraestructura que debe generar para atender a cada uno de ellos es enteramente distinta: por un lado, el turismo de ocio se concentra en los productos anhelados por el viajero, ya sea que sus preferencias sean de orden cultural, natural, de aventura, religiosos, etcétera; por el otro, el llamado turismo de negocios, busca crear desarrollos que satisfagan las necesidades para reuniones de todas magnitudes: desde pequeños seminarios hasta congresos internacionales.
A pesar de esta diferencia, lo cierto es que ambos recurren a toda la gama de servicios considerados de orden turístico: hospedaje, alimentación y transporte, entre otros. Es gracias a esta coincidencia que el segmento de reuniones se asocia tradicionalmente al sector turístico. Sin embargo, algunas empresas que ofrecen el producto final, es decir, aquellas cuyo servicio es, precisamente, la organización de reuniones, han buscado generar cierta independencia del ramo con el fin de que se les considere una industria aparte.
El problema de fondo, como siempre, es el cochino dinero. Dos fuentes, primordialmente: la derrama directa y el presupuesto público. En términos de derrama, de acuerdo con un estudio realizado en 2010 por el Centro de Estudios Superiores en Turismo, de la Secretaría de Turismo, este mercado tiene un valor anual de 32,501 millones de dólares: 18,120 millones se generan por ventas y consumos directos, en tanto que otros 14,381 millones se captan de manera indirecta.
De la derrama directa, 10,500 mdd (58%) los gastan los participantes; 5,100 mdd (28%) los generan la producción de eventos; y 2,500 mdd (14%) los generan todos los demás servicios que se requieren. Lo que estos datos revelan es un interés compartido tanto por las empresas dedicadas a la organización de reuniones como por aquellas que ofertan productos turísticos “tradicionales”. Una aparente paradoja, que en realidad resulta benéfica para ambos segmentos.
La paradoja se agudiza si consideramos que la inversión pública, y en ocasiones también la privada, asigna un presupuesto compartido para invertir en ambos desarrollos. Dependiendo de las aspiraciones de la administración en turno, dicho presupuesto se inclinará hacia uno u otro segmento. Por supuesto, la inversión en uno trae beneficios al otro, pero quién decide cuál es más relevante. De ahí que algunas empresas busquen desmarcarse.
Quizá no estamos en tiempo de aventurar una conclusión, pues el debate es medianamente reciente. Lo que sí deberíamos considerar es una serie de cuestionamientos que alucen un poco esta aparente contradicción. ¿Debe considerarse a la organización de reuniones una industria independiente del sector turístico o un segmento integrado a la lógica de servicios de la cadena de valor? ¿Qué tan relevantes resultan los desarrollos de reuniones para la agenda pública de los destinos? ¿Resulta benéfico para todos los destinos invertir en este segmento? ¿Es tan solo una cuestión de nominalismos o un verdadero conflicto de intereses? Las preguntas están en el aire.
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