Turismo electoral: práctica que denigra al proceso electoral
Queridos amigos, en esta ocasión quiero comentar con ustedes sobre un tema especialmente álgido a un par de semanas que tengan lugar las elecciones intermedias, me refiero al ahora denominado “turismo electoral”. Un concepto que desde mi punto de vista denigra al turismo y enturbia al proceso electoral. ¿O cómo entender que ahora se hable de manera tan natural de los “turistas electorales”, aquellos que para poder ocupar una candidatura política con toda desfachatez simplemente cambian su domicilio ante el Instituto Nacional Electoral para poder ser dados de alta en otro distrito, municipio o estado de la República? Y digo desfachatez porque el cambio de domicilio no obedece a una verdadera necesidad o a un legítimo interés por servir mejor al país: sino meramente a la necesidad que les impone la oportunidad de poder ser postulados en otra circunscripción.
Pero también ocurre en otros supuestos igualmente deplorables, como cuando grupos de ciudadanos de pronto deciden tramitar dicho cambio temporal de domicilio a fin de inclinar la tendencia del voto hacia un candidato o partido determinado. En ambos casos, más allá de que dicha conducta pueda ser tipificada como delito por la ley penal federal o especial en la materia o bien incurrir en una falta administrativa, la gran pregunta fundamental sería ¿es moral hacerlo? Y es que los ejemplos abundan: previo a las pasadas elecciones, en Yucatán cerca de 7 mil 500 yucatecos se cambiaron al Estado de Quintana Roo; lo mismo hizo en ese entonces otro grupo de potosinos que se cambió a Veracruz; al igual que varios cientos de michoacanos que se mudaron de municipio al interior de Michoacán.
Incrementos anormales en los padrones electorales que en la actualidad están nuevamente detonando con renovada fuerza e incidencia en esos mismos estados, lo mismo que en los de Durango, Campeche, Nuevo León y Sonora, entre otros, o en municipios como el de Texcoco. Magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declaran que el sistema electoral mexicano no corre riesgos porque está “blindado”, pero el fenómeno del “turismo electoral” no es lamentablemente tan sólo una imagen sino una patética muestra de la ausencia de principios y valores que hoy forman parte de la realidad que enfrenta y caracteriza a nuestra sociedad mexicana en pleno. Hasta aquí mi reflexión, queridos amigos.
