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Feb 10, 2014 Jesús Alonso ¿A DÓNDE VAS? 0
Barrios con personalidad única, reciben felices a las parejas gay. Además, la ciudad ama las mascotas y, sobre todo, le tiene un respeto profundo a la naturaleza
¿Cuándo fue la última vez que escucharon alguna noticia sobre Vancouver? ¿Recuerdan el nombre de algún político local? ¿Y de algún escándalo económico? Con más de 600 mil habitantes, este gigante de la provincia de British Columbia -“BC” para los lugareños- es la tercera ciudad más grande de Canadá después de Toronto y Montreal y es, también, uno de los grandes ausentes en las primeras planas de los diarios. Pero no porque allí no sucedan cosas sino porque en Vancouver está todo bien. De hecho, la última noticia que leí fue cuando The Economist Intelligence Unit´s publicó el ranking de las mejores ciudades del mundo donde vivir y ésta ocupaba el primer puesto, después de haber sido parte del top five por años.
Desde 1980, su atmósfera relajada y su infraestructura de avanzada convirtieron al aeropuerto en el anfitrión de hordas de inmigrantes, mayormente chinos. Así, la comunidad oriental, que supera los 400 mil, se convirtió en parte esencial del paisaje que, por cierto, se aleja bastante del clásico Chinatown. ¿La razón? A Vancouver no llegó sólo la mano de obra barata sino un gran número de empresarios hongkoneses que desembarcaron en los barrios más caros impulsando un boom en la construcción. Esta se manifestó con el estilo futurista de la mega ciudad china.
El hecho de que 1 de cada 5 habitantes fuera de Hong Kong, llevó a que el diario The Vancouver Sun incorporara una edición en mandarín, a que los cajeros tengan versiones en ese idioma y a que las heladerías sumen sabores como lychee y té verde. Esta realidad de ojos rasgados dio lugar al nuevo apodo de Vancouver: Hongcouver.
Con esta actitud de puertas abiertas podría decirse que es una ciudad friendly. Que más del 52% de los habitantes no tenga el inglés como lengua madre implica que no tiene un solo rostro. Y creo que es esa condición cosmopolita lo que la hace tan amigable, entretenida y accesible.
También es gay-friendly, sobre todo desde que en 2003 legalizó el matrimonio igualitario y habilitó el divorcio entre personas del mismo sexo en 2005. Las mascotas son amigas de Vancouver, con más de 30 parques donde pueden pasear sin correa y casi 40 hoteles que las reciben como huéspedes. Pero, sobre todo, esta ciudad es eco-friendly. No le basta con la bicisenda de 22 km a la que llaman seaward, con los jardines en los techos de los edificios ni con la ausencia de autopistas en el corazón de la ciudad.
Su próxima meta ya está en marcha y es convertirse en la metrópoli más verde del mundo hacia 2020. Hoy, su lema es que “sólo se puede disfrutar cuando hay salud”. Y ese principio es el que orquesta la escena cotidiana en esta tierra donde la gente se mueve más en bici que en auto, prefiere la comida saludable a la rápida y los parques a shoppings. Más que en cualquier otro lado, las plazas son el punto de encuentro de padres e hijos, de parejas, de voraces lectores, meditadores, jugadores de frisbee o de amigos que llegan con la parrilla portátil y un mantel a cuadros bajo el brazo para comer un asadito al atardecer.
Lledword
LOS ÍCONOS
Vancouver no sería Vancouver sin sus puentes, que existen por su condición geográfica de estar alojada en la península de Burrard, abrazada por el río homónimo y por el False Creek. Tampoco sería lo mismo sin el Stanley Park, un pulmón verde de 400 hectáreas que es a Vancouver lo que el Central Park a Nueva York. Parte de la bicisenda atraviesa sus bosques de cedros y abetos, lagunas, playas, antiguos tótems y jardines de rosales donde, además, funciona una casa de té.
El objeto más fotografiado de la ciudad es el Steam Clock, en el barrio de Gastown. No quiero desilusionarlos pero esta pintoresca máquina a vapor, que parece una antigüedad del siglo XIX, fue diseñada en 1977 por el canadiense Raymond Saunders con el plan de convertirla en el nuevo atractivo turístico del barrio. Así y todo, cada 15 minutos, una bocanada de vapor hace sonar los silbatos del reloj y desata una ola de clicks de las cámaras de los turistas.
Y si de arquitectura se trata, como en muchas grandes ciudades, Vancouver también vivió la carrera hacia las alturas. El primer rascacielos fue el Dominion Trust Building (1909) con 13 pisos. Recién en 1920, el Vancouver World Building -o Sun Tower- le arrebató la fama de gigante con 17 niveles y un friso con nueve imponentes cariátides. Y, por si eso no era suficiente, el mismísimo Harry Houdini hizo bungee jumping desde el último piso en 1923. En los 30, tomó la posta el Marine Building, con su estilo art deco, 21 plantas y un lobby que ostenta cinco ascensores revestidos con 12 tipos de madera diferentes. La conquista de las alturas siguió hasta quedar, desde 2005, en manos del rascacielos donde funciona el Shangri-La Hotel con 62 pisos.
Pero hay que mencionar que Vancouver recibió una gran inyección de íconos cuando fue elegida sede de la Expo 86. Con 22 millones de visitantes de todo el mundo, la ciudad salió del anonimato y se quedó con cuatro legados fundamentales: el SkyTrain, un tren elevado como el de Chicago que une barrios distantes a toda velocidad; el imponente Vancouver Convention Centre, que también funciona como puerto de los cruceros; el futurista Science Museum, con su cine Omnimax; y el estadio BC Place, donde brillaron reconocidos deportistas y músicos como los Rolling Stones, Roger Waters, U2, Madonna y Michael Jackson.
Pero entre los íconos también hay personalidades y una de ellas es la figura de Bill Reid, un genio del arte que se interesó por el estilo de su tribu Haida, además de haber sido locutor radial, joyero y estudiante de mitología. Dos de sus esculturas -Raven and the First Men y Spirit of Haida Gwai- están impresas en los billetes de 20 dólares canadienses que están a punto de salir de circulación. Su obra está muy bien expuesta en la galería que lleva su nombre en el centro de la ciudad.
La otra, más contemporánea, es el diseñador de zapatos John Fluevog. Inspirados en el art deco, casi siempre incluyen mensajes en las suelas, como “Resistente al agua, al ácido, a la fatiga y a Satanás”. Sus creaciones cosecharon fans en todo el mundo que se conocen como “fluevogers”. Madonna, Whoopi Goldberg, Scarlet Johanssen, Robin Williams y la banda The White Stripes son sólo algunos de sus groupies famosos. Comprarse un par de fluevogs es llevarse una auténtica pieza made in Vancouver.
Barrio por barrio
Vancouver tiene casi tantos barrios como inmigrantes. Por eso, los hay para todos los gustos. Además del centro, con sus grandes tiendas y la emblemática plaza Robson Square, el barrio más popular es Gastown, que nació en 1867 cuando John “Gassy” Deighton abrió la primera taberna. La gente lo apodaba “Gassy” por ser un gran conversador y muy entretenido, y ese nickname se convirtió en el nombre del barrio en cuyas calles transcurrió la batalla del “Maple Tree Square”. Y no se trató de un enfrentamiento armado entre soldados sino de una operación policial que reprimió una protesta pacífica a favor de la legalización de la marihuana en 1971. El saldo fueron 79 arrestados y el permiso tácito de fumar hierba en espacios públicos. Pero además de bohemia y street art, aquí conviven tiendas de souvenirs, galerías de arte y restaurantes musicalizados por el silbido del Steam Clock.
Ahirschfeld
Dos direcciones imperdibles son Clough Club, un bar en un edificio de época donde se preparan buenos tragos con whisky y tapas sudamericanas, como chips de yuca; y Farm 2 Fork, un restaurante under del cual sólo se conoce la ubicación una vez hecha la reserva.
El barrio chino es el tercero más grande del mundo fuera del país de la Gran Muralla. Además de locales naturistas y de carteras que pretenden ser Louis Vuitton, la verdadera cita es en Sun Yat-Sen Classical Chinese Genard, un santuario con puentes, flores y estanques en el corazón de la ciudad. Por las noches, el night market es un laberinto de tolditos bajo los que se preparan delicias asiáticas y se venden todo tipo de chucherías.
Blanky_hs
La contracara de Chinatown es Yaletown, el costado más europeo de Vancouver, con restaurantes trendy montados en antiguas fábricas textiles, peluquerías cool, casas de diseño y buenas barras sobre Mainland Street, que explota post oficina.
Kitsilano, o “Kits”, es uno de los más adorables. Primero fue tierra de la tribu Squamish y, luego, semillero de los hippies de los 60 de los que heredó la atmósfera relajada, restaurantes vegetarianos, estudios de yoga y cafés orgánicos congregados, sobre todo, en las avenidas 4 y Broadway. El restaurante vegetariano Naam es una de las herencias del Flower Power canadiense. Fundado en 1968, cuando la avenida 4 todavía se llamaba Rainbow (arcoíris), aún funciona como punto de encuentro para quienes buscan la “buena vida”. Por eso, hasta hoy prepara platos con productos orgánicos que se sirven en compañía de buen folk, jazz, o blues en vivo. Y cuando la gente no está comiendo se congrega en Kitsilano beach, la playa local libre de humo, con ocho canchas de vóley y troncos como reposeras.
Quienes quieran saber más sobre el pasado hippie den una vuelta por el Museo de Vancouver que, paradójicamente, parece una nave espacial.
Vancouver también tuvo su Little Italy, pero ahora se llama Commercial Drive y es sinónimo de color, vintage y cocina italiana bajo nombres como Abruzzo´s, Marcello, Bella Napoli y Joe´s Café, que se jacta de servir el mejor capuchino in town. “We are off leash” (sin correa), dice un cartel de Main Street, la calle principal por la que circulan parejas homosexuales, jóvenes con pelos de colores, rastas eternas, tatuajes, osados piercings y looks atrevidos.
Y para terminar, quienes hayan visitado Vancouver antes de 2010, año en que fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, se encontrarán con una novedad. El paso de la antorcha dejó un nuevo barrio junto al estadio que se llamó, obviamente, Olympic Villa. Con un aire a Puerto Madero, es un oasis a pasos del centro, con edificios inteligentes y parques agrestes con lagunas, cisnes, juegos para chicos y estructuras funcionales -como reposeras ergonómicas de cemento- diseñadas para relajarse bajo el sol.
El hot spot de esta nueva localidad es Tap & Barrel, que tiene una terraza donde disfrutar de platos caseros con cerveza artesanal y vista a los puntiagudos picos llamados The Lions.
EL ARTE, AFUERA
En esta ciudad, las obras de arte exceden los límites de los museos, como el Vancouver ArtGallery y salen a conquistar espacios públicos para que todos las conozcan, incluso, sin proponérselo. Más de 350 creaciones a cielo abierto se convirtieron en las nuevas fotos obligadas de los turistas. De todas ellas, si tuviese que elegir un top 5, no podría dejar afuera la Digital Orca que Douglas Coupland instaló frente al Vancouver Convention Centre. Emblema de la costa oeste, esta ballena asesina fue construida con cubos de aluminio pintados en blanco y negro que la hacen ver como si fuese una imagen pixelada en 3D.
En el Vanier Park, de Kistilano, la escultura Freezing Water del artista chino Jun Ren corta el aire como si fuese un manchón de mercurio líquido congelado en movimiento. Seguramente, muchas mujeres suspiren al pararse frente a Engagement, la obra de Dennis Oppenheim que consiste en dos alianzas gigantes instaladas en el parque Sunset Beach y que tuvo que ver con el debate por el matrimonio igualitario.
Los gorriones gigantes de The birds, de Myfanwy MacLeod, son la señal de que se está en la flamante Olympic Villa. Inspirados en la película de Hitchcock, Los pájaros, la presencia de estas mega aves es mostrar qué puede suceder cuando se introduce una especie no nativa en un ecosistema.
Finalmente, por imperceptible, debo mencionar Working Landscape (1998). Esta obra montada en 901 West Hastings Street consiste en cuatro plataformas circulares, cada una con un banco de plaza y un árbol en una maceta, que rotan en el mismo sentido que las agujas del reloj. La más grande completa una vuelta cada 40 horas para representar la semana laboral; otra, cada ocho, de acuerdo a la jornada de trabajo; la que le sigue en tamaño, cada una, igual que el tiempo que se le destina al almuerzo. Finalmente, la más pequeña, lo hace cada 20 minutos en función del coffee break. La gracia de esta instalación es que mucha gente se sienta a leer el diario como si lo hiciese en un banco de plaza cualquiera y, cuando levanta la vista, está mirando hacia otro lado. Si el plan es intentar ver la mayoría de las obras, una buena opción es elegir un tour guiado en bici.
Vorgus
LA COMIDA
El último grito de la cocina no está en las mesas más refinadas sino en las calles. Vancouver se llenó de carritos de comida que ofrecen desde la clásica fast food hasta opciones gourmet a precios accesibles para devorar al paso. El hit del momento es el Japadog, de una pareja japonesa que combinó el clásico hot dog con ingredientes de la cocina asiática, como el jengibre y el wasabi.
El “pancho” insignia es el Terimayo, con salsa Teriyaki, mayonesa y algas. Otro de los trucks más convocantes es Tacofino, por su color naranja y su cocina fresh-mex. Ofrece ricos tacos de pescado, quesadillas de setas silvestres y burritos de calabaza, entre otras propuestas. Finalmente, Mom’s Grilled Cheese es la opción para comensales con alma de roedor. Allí, Cindy Hamilton crea sándwiches gourmet con los quesos más variados. Hay que probar el Sam’s Special, con pavo y brie en pan de nueces pecan y arándanos.
Los gourmands no pueden perderse el mercado de Granville Island. Como su nombre lo dice, se ubica en una isla alojada en medio de la ciudad donde antes funcionaron fábricas y ahora un paraíso del buen gusto. Allí convive con un mercado de productos frescos que reúne las exquisiteces más insospechadas de BC, restaurantes que preparan platos con los productos del día, teatros, un vecindario de casas flotantes y tiendas de diseño.
Si no hubiese sido porque el chef Bob, del bistró Edible Canada, fue mi guía, hubiese pasado por alto el peppered candied salmon -bocadito de salmón ahumado caramelizado con sirope de maple- de Seafood City, la sopa de pargo rojo de Stock Market, el queso Alpindon -elaborado con leche cruda y orgánica de vaca- en Benton Brother´s, la Nanaimo Bar -cuadrado de chocolate cubierto con una capa de glaseado sabor vainilla y otra de chocolate fundido- en Laurelle´s y los Mac & Cheese -macarrones con mix de quesos canadienses, cebollitas caramelizadas y crumble de panceta- que se sirven en el bistró.
Jason Pier in Dic
PARA IR CERCA
La cercanía de “las afueras” es una de las principales ventajas de esta ciudad, donde no hay que viajar kilómetros para perderse entre apretados bosques verdes, trepar montañas y ver animales. Quienes se animen a vencer el vértigo a las alturas tienen que visitar el Capilano Suspension Bridge, un auténtico puente de 137 metros de largo que cuelga sobre el río homónimo. No hay chicos o grandes que resistan la tentación de balancearse en medio del trayecto.
Pero la gracia no termina al cruzarlo sino que sigue en el bosque de inmensos cedros, cuyos troncos están interconectados por senderos que invitan a pasear por las alturas. El final feliz está a cargo de una pasarela que parece flotar en el aire. Sostenida por fuertes tirantes amurados al paredón del cañón, tiene sectores con piso de vidrio que dejan ver el curso del río desde tanta altura que te pone los pelos de punta. La recompensa es llegar a ver la cascada.
ADM
vía: eluniversal
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